Sólo miraba el teléfono, no quería perder la oportunidad de rematar aquella noche sabiendo que una única llamada podría cambiar el resto del universo.
Seguía estirada entre aquellas sábanas que aún no olían a ti, con la almohada en la tripa para que nadie pudiera oír el sonido de una indigestión prematura. Sonaba el blues de mis pensamientos, dándole un volumen veinte a la pasión y a estas ganas de todo. Hablaba esta sed de nada, esta ilusión de mucho.
Ya no sabía si debía correr tras el sueño que saboreaban las yemas de mis dedos, pero tuve claro que debía abrir aquella puerta, quizás con el presentimiento de que tú estarías detrás de la tuya, igual que yo.
Apunté con todas mis fuerzas mi mano sobre aquel pomo, tratando de girarlo, una vuelta de 360 grados que desvelaba los secretos no encontrados.
Pero lo tuve claro. Abrir la puerta y ver que tú seguías detrás de la tuya sin abrirla me hizo entender que todos los cabos aún no estaban atados y que, tal vez, cuando tu cobardía tratase de liberar aquella maldita mirada serías capaz de girar el pomo.
Me desperté sedienta entre las sábanas deshechas. Anhelando el misterio de tu perfume de gala.
Y la puerta seguía cerrada. Malditos pomos y maldita casualidad en el momento que te llamé y tú ya comunicabas...
"Cántame una canción al oído y te pongo un cubata..."
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