Ayer cogí un alfiler. Un alfiler capaz de romper mi máscara protectora, mi burbuja.
Y cuánto se alegra una de poder respirar aire puro y sentirse tan capaz de volver. Pero volver para pisar fuerte, algo necesario para poder seguir sobreviviendo a los miles de obstáculos que se disponen a interponerse en tu camino.
Ira, rabia, tensión acumulada en los poros, morderte los labios para no soltar sandeces ni idioteces, el movimiento involuntario de esas piernas cansadas de aguantar innecesarias tormentas....: situaciones que desaparecen cuando te ves vestida de fuerza y con ganas de comerte el mundo.
Observar el mundo, todo lo que ha estado plantada durante 23 años delante de tus narices y que ni si quiera has sido capaz de poder controlar. Igual que aquel chasquido de dedos, el mismo que te atormentó a lo largo de tu vida avisándote de cuántas cosas quedaban por hacer y que ni si quiera sabías cómo empezarlas a adentrar en tu vida.
Sensibilidad acumulada por el miedo a qué dirán. Ganas de abrir esa ventana y respirar todo el aire puro que no eras capaz de respirar cuando te veías metida en esa burbuja. Odio esa sensación horrorosa de claustrofobia.
Confusión. No saber si tu camino es tirar hacia la derecha, hacia la izquierda, hacia delante o quedarte estancada. Ante la duda, saber que jamás puedes apostar por no avanzar. Más tarde, la vida se encargará de recordarte que tu elección fue el error más grande de tu existencia.
Impaciencia. Impaciencia por no saber qué esperará la vida de ti o arriesgarte a saber qué esperas tu de ella.
Intolerancia. Hacerte respetar como humano y saber hasta dónde eres capaz de soportar. Conocerte tanto que sabes dónde poner tu escudo para que no te salpique tanta suciedad. La suciedad que los demás te han lanzado bien fuerte. Lo que ellos no saben es que la vida es capaz de golpearte cien veces más de lo que has golpeado tú, y que cuando te golpea la vida duele más que cuando te salpica un problema.
Sonreír aunque nada de lo que tengas es lo que esperas, cantar aunque tu voz rompa cualquier cristal, saltar aunque no tengas el calzado adecuado.
Y mirar con cien ojos todo lo que te rodea. Saber elegir y creer en ti.
La necesidad incontrolada que he tenido siempre me ha llevado justo hasta dónde puedo estar ahora mismo.
Saborear los sueños y sentirte más libre que nunca...
qué bonito..
ResponderEliminar