Puede que el tiempo se escapara, que lo que habíamos necesitado estuviera más cerca de todas las posibilidades, que respirar un aire nuevo fuera una experiencia para vivirla.
Aprendimos que la felicidad no es más que un estado emocional. Aquí, allí o dónde queramos que estemos será un lugar dónde los sentimientos van a seguir anidando.
No existe una normativa establecida para las emociones. Podremos gritar, cantar, saltar, llorar, reír. Podremos trasnochar y preguntarnos si estamos dónde queríamos estar.
Podremos sentir la inquietud, la tranquilidad.
Seguiremos siendo trascendentales,
pero en otras ciudades.
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