Porque el tiempo se acostumbra a las agujas del reloj, la piel al contacto, la tinta al papel y el pie al zapato. Porque el fuego se acostumbra al calor, el agua a lo líquido y el mar a las olas.
Lo mismo que mi olfato a tu perfume, mi mirada a tus ojos y mis labios a tu boca. Lo mismo que mi mano a tu brazo, mi sábana a tu almohada y mi despertar a tu desayuno.
Ya no hay marcha atrás.
Ya no.
Sigamos acostumbrándonos cada día con algo nuevo.