Y no de amar sólo, también de liderar. Mi propia vida, mi propia existencia. De encender una vela aromática y decidir cuando poder soplar para que el humo viaje con los pensamientos que acabo de desprender mientras también encendía mi cigarro. O quizás el paquete entero. He perdido ya la cuenta.
Amo. De amar y liderar. De hacer lo que apetece, de dejar de poner barreras a los impulsos y olvidarme de frenar las piernas. Dejar de doblarme el corazón, de quitar esos malditos pulgares de las órbitas de unos ojos que en realidad sí quieren ver.
De amar y decidir. De amar y ser líder. Líder de mi, de mi. Y por si no bastaba... también de mi.
Es irónico hablar de encender una vela.
Pero más irónico sería no querer encenderla nunca más.
Amo, de amar.