Mira, ahora no sabría como definir este apoteósico caos mental que se ha apoderado de mi media mitad. Quizás la otra mitad la tengas tú y me haya metido dentro de un laberinto con una salida que nunca sabrá a meta.
Tal vez si las palabras cohesionaran con los sentimientos llegaría al punto de poner inicio a un sin fin de dolores de estómagos. La impulsividad recrea las pasiones, pero si no juegas con medida las agujas pueden llegar a clavarse en el pecho hasta arder por dentro.
No sé que has hecho. No lo sé ni quiero que me lo cuentes. Realmente no creo que jamás llegues a leer estas cuatro palabras que han hablado de deseo y pasión, y si lo haces no vendrás a contarme cómo te has sentido al leerme, lo sé. Ni tampoco deseo que lo hagas. O si, no lo sé.
Contradicción.
Estoy enfadada, mucho. Por este maldito juego.
No finjas. Con el amor no se finje.
Pero a t r é v e t e.
Pero a t r é v e t e.
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