Y estaba ahí, transcurría el tiempo y a la vez su vida. Una habitación completa de recuerdos y de historias, saturada de emociones incontroladas, cajitas de fotografías y libros que aún olían a un pasado muy presente. Cambiaba la posición de los cojines más de tres veces por minuto hasta elegir la postura correcta, y cuando por fin encontraba un cuerpo cómodo en el espacio, entonces... sólo entonces... llegaba el momento en el que se sentía capaz de escribir todo aquello que necesitaba expresar.
Siempre en la habitación, en su habitación.
Y ese día sonaba It's over
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