Me agarré al mástil de acero. Arrugué mi cuerpo dentro de mi caparazón y empecé a subir. Muchos observaban el espectáculo, pero pocos comprendían lo que significaba.
Subí con fuerza, mirando abajo mientras sentía un vértigo espantoso. Cerré los ojos y seguí subiendo mientras recordaba la misión acordada.
Volví a abrir los ojos -joder que vértigo-. Más vértigo, mucho más. Los volví a cerrar y respiré hondo.
Cuando llegué, toqué el cielo y respiré. Tuve fuerza, así que bajé deslizándome por el mástil como una niña en su juego, y cuando pisé tierra pude decir que había rescatado TODA MI ILUSIÓN.
Y la tengo guardada en mi caja,
como un tesoro,
con todos mis secretos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario