A veces pasa. Camuflas todo ese instinto entre el humo de un cigarrillo que sólo vives para ese instante. El resto del mundo no importa porque el cosmos ha decidido ordenar el sistema, así que das la vuelta al mundo con los ojos cerrados y coses una burbuja para colocarla alrededor de tu cuerpo y así poder empezar a volar por el espacio universal.
Descubres cuánto hay por recorrer e intensificas los segundos para empujarte a ti misma, sólo porque crees que la vida te está ayudando a coger carrerilla para saltar.
Reflejas tu vida a oídos de otros sujetos porque se ha construido la atmósfera fructífera que el mundo ha plantado frente a ti. Y chocas. Chocas y te golpeas fuertemente contra el caos del espacio estelar, encontrando suposiciones y alarmas que provocan incendios sin explicación alguna.
Los instantes también son pasajeros, pero a veces necesitas envolverlos y lanzarlos contra los planetas, para que vuelen pero no se destruyan. Pero que se queden ahí, suspendidos por si vuelven.
Y luego llegas a otro Universo, al del sin-sentido; reconociendo historias que se reproducen con el paso del tiempo.
Así que sólo piensas en lanzar un mensaje contra la tierra confesando que sólo querías abrazar, pero que deberá esperar a que des la vuelta a toda la Luna entera.
Con o sin abrazo, pero una fuerza sobrehumana me obligó a mudarme de planeta.