La lluvia ha encerrado algo de vida. El trayecto a casa se hace incómodo por la oscuridad, pero las gotas mojan la cara y han refrescado las imágenes vitales que he estado construyendo.
Hasta ahora ha sonado absurdo, y sin quererlo, he dejado que en el reproductor mental sonara la canción que me ha empujado a seguir andando mientras el olor a húmedo estaba empapando la ciudad y sus calles.
Sus calles, las suyas,
qué bien sonaría esa canción
en esas calles.
Tal vez algún día,
en París.
Olvidé contar que la lluvia se convirtió en una madrugada llena de interrogaciones.