Que si no te digo nada no es por compasión, es por mi. Que si no te digo nada no es por ti, es por mi orgullo. Que si no te digo nada no es por los dos, es porque tú no querrás decirme. Te apoderaste de mi una cálida tarde mientras nos hacíamos los dormidos. Y con los días, lo único que conseguimos fue congelar todo lo que habitaba a nuestro alrededor. Hasta que decidiste congelarnos a nosotros. Aunque no fue así, no del todo. Más bien me congelaste a mi para que tú pudieras algún día deshacer el hielo. Y aún sigo esperando.