Puedes quejarte del frío, pero no del resto.

Noviembre ha calado de golpe. No ha valido eso del trote, de repente se ha convertido en frío. Nos ha calado tan rápido que a algunos hasta se nos han congelado los huesos y hemos tenido que encender el fuego para no dejar que se congelen las ideas que siguen en mente. 
Nos ha calado tan fuerte que hasta algunos sienten el amor más intensamente, hasta han bajado las mantas y se han cubierto de corazones. Tanto que hasta dicen que ahora lo bueno está por llegar. 
Hemos dicho adiós a otra estación, porque hasta hace poco no eramos conscientes de estar listos y preparados para coger un buen abrigo y tomarnos un café con la excusa de calentarnos un poco las manos. 
Hemos sacado los pañuelos que, si hemos sido despistados, aún huelen al perfume del año pasado y nos recuerdan las cosas que nos prometimos. Hemos sacado la colcha y los calcetines de andar por casa, de esos que llevan unas cuantas bolas en la suela para no resbalar y aterrizar con precaución frente a las adversidades. 
Fíjate, hasta hemos sacado las botas comparándonos con el resto. Te planteas hasta si aún es pronto para ponerte esas ansiadas botas que llevan todo el año esperándote para que las saques de paseo. Piensas que eres la primera persona que da la bienvenida al frío, y sin embargo todos se te han adelantado.
Hemos alzado la vista y hemos comenzado a ver con la luz del día las primeras luces navideñas colgadas en la calle. 
Nos ha calado tan fuerte que hasta ahora ya creemos que estamos muy cerca de Navidades y grandes manjares. 
Nos ha calado tan fuerte que hasta nos llegan mensajes para saber qué haremos para fin de año.

Hemos avanzado tanto en pocos días, que el frío no debería petrificar nuestra vida. 

Así que, puedes quejarte del frío, pero no del resto.