Era lo último que esperaba. Que vinierais ahora con esa altura de centímetros y esas caras de pocos amigos. Que os acercarais a tientas con el temblor en las manos y los ojos cabizbajos en las suelas de los pies.
Y así de mal os acercáis, con esa indefensa imagen que ahora provoca carcajadas en los otros. Con esa prepotencia de los que un día fueron malvados. Con las comisuras labiales transformadas en animales que se arrastran para ser perdonados.
Y con este frío venís. Para sentiros héroes al final, para intentar apaciguar la tormenta y transformarla en calma. De puntillas, por si os echo fuera de mi mapa, incógnitas y dudas que ahora os comen las tripas por dentro. Venís con dulce para las heridas, para no doler.
Era la último que esperaba. Que vinierais ahora con esa descarada chulería a destiempo, con esa categoría que os otorgáis vosotros de "valientes" para pedir disculpas. Era lo último que esperaba, porque yo ya sobreviví a vuestros atracos. Supervivencia armada con sal y pimienta, cicatrices cosidas con el hilo que rescaté en vuestros asaltos disparados. Sacando paraguas y gritando para que alguien parara los relámpagos.
Que no,
Que ya no.
Que os acabo de cerrar la puerta en las narices, Queridos miedos.
Y no os quejéis, que total, sólo he esperado veintiséis años para deciros todo esto.