Sal ahí y demuestra (primero a ti mismo y después a la vida) que puedes. Que ese circulo vicioso en el que estás enredado y te oprime el pecho es mucho menor que todas tus expectativas. Cómete la vida y tus propósitos a bocados y absorbe todo lo que tienes dentro de ti para impregnar tus sueños de energía y hacerlos al fin, realidad.
Sé claro contigo mismo, deja de dudar por lo que quieres y deja de ser tan paciente, que el tren pasa demasiado deprisa. Así que, súbete a él con los ojos bien abiertos (no seas inocente y subas con los ojos cerrados porque deberás estar atento en cada parada, quién sabe... igual ese es tu momento para bajar, respirar y hacerlo posible).
Deja de machacarte por las voces externas. Si no quieren que lo hagas, deberás hacerlo igualmente y darles la lección y dejarlos mutis. Pero ante todo, hazlo por ti. Hazlo, porque a nadie se le va a ocurrir darte las cosas hechas.
Vístete como quieras, habla como quieras, trabaja en lo que quieras, liquida lo que no te interese, abandona caminos si ves que no son lo que querías, busca tu calzado favorito y sal ahí fuera para pegar el chillido de tu vida y así poder visualizar a través de tus cuerdas vocales la energía que reside en ti.
Canta, baila, da vueltas sobre ti mismo sólo para coger impulso y salir disparado. Que nadie te lo impida, que todo lo que hagas sea fruto de tu impaciencia por seguir la lucha y llegar a tus metas.
Hazlo, al fin y al cabo... sólo tú sabes lo que quieres.