Llego a fin de mes sin ti

Esta vez llego a fin de mes sin ti. Y ya lo sabía. Lo supe desde aquella noche que pasamos en París, la última noche de hace ya años. Me lo dijeron tus ojos llenos de pétalos de otro perfume, tu camisa a rayas negras y tus labios que ya no pedían besar esas ganas locas por temblar a mi lado. 

No quiero volver a hablar de París, tampoco del viaje con recuerdos ni saber qué será de mi sin ti. Tampoco quiero saber cómo son los amores que se matan ni las pérdidas de amor sin ti. No quiero ver los pasos de cebra sin tu cámara ni las cenas con cintas en los ojos. Tu champagne. Mi carmín. Tus manos en las mías. 
Hace años que lo supe, pero hoy me estallas en la cara y sé que llego a fin de mes sin ti. Sin hambre, con la jodida soledad a cuestas en mi espalda, que por más que me la intente quitar de encima siempre me recuerda quién soy sin ti. 
Si tuviera mi mano en tu corazón te lo arrancaría. Y me lo pondría a mi. Ser contigo. Volver a ser. 
No quiero, no quiero llegar a fin de mes sin ti. Porque me he dado cuenta que por fin te olvido y el olvido a veces también te recuerda a qué huele lo que ya no está en ti. 
Ahora ya no puedo huir de ti. Porque ahora la vida me ha escupido en la cara y la realidad me ha pegado una torta en los mofletes. 

Ojalá no tuviera que decir que llego a fin de mes sin ti. 
Ojalá pudiera explicarte algún día que me hubiera encantado que me cantaras la última de Sabina, cuando llevaba medias negras por ti.


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