Morirnos de la risa

Quiero desarmarte, desnudarte con los ojos y morirnos de la risa. Luego los reproches nos obligarán a transformarnos en añicos. Y es que sigo empeñada en escucharte sin oírme lo que digo, apostando por el impulso mientras te beso y te olvido. 
Me declaro incondicional de nuestras rupturas, las que no tienen final pero sí vuelta a empezar. Nuestros desencuentros, las casualidad que reconstruyen el castillo que nos ha visto crecer. Qué particular tu vida con la mía y qué imaginación la nuestra. Valientes bocas que amaban el deseo de unirnos. Y será mejor que no te busque, que no me encuentres, que la vida no nos regale lo de siempre. Que ahora es mejor sin ser nosotros, que nuestra historia jamás se escribirá en una noche porque la vida nos obligó a engañarnos cada día. 
Siempre serás tú; Tu sonrisa, el motivo por el que volví a nacer. Tus ojos, la ventana por la que me veía. Tus manos, el abrigo de mis miedos. 

Y recordarnos
y morirnos de la risa. 

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