Es difícil saber encontrar dónde están tus límites, pero desde el primer momento en que pisé un hospital como estudiante de enfermería sabía cuál era mi sitio en el mundo.
Recuerdo aquella primera impresión. Era difícil contar con palabras cómo me sentía, mi mente reproducía las sensaciones más rápido que mis sentimientos, no me daba tiempo a procesar tanta información ni a canalizar cada una de las imágenes que mis ojos veían. No era capaz de dar las gracias por el mero hecho de haber llevado mi vida hacia este mundo tan gratificante. No era capaz ni lo seré nunca, creo que el mundo sanitario jamás dejará de impresionarme y eso supondría dar las gracias durante cada segundo de mi existencia.
Jamás hubiera imaginado cómo sería aquel encuentro con una partera dando a luz, ver cada una de sus lágrimas cayendo encima de su pequeño nuevo regalo me hizo entender que nacer es pagar un peaje libre de sentencias, dándote a descubrir a una nueva realidad.
Ver en el Centro de Atención Primaria el riesgo que conlleva no prevenir en todos los aspectos de la vida me hizo entender que la libertad es buena, pero ser precavido en esta vida es algo más que necesario.
Ver una rodilla totalmente abierta, el olor a quirófano y los riesgos que conlleva coger un bisturí me ayudó a entender que la anatomía es muy amplia, y que cada día conoces una parte más de tu cuerpo.
La mirada de un niño con cáncer me ayudó a crecer. A crecer como persona, como profesional. Creo que nunca había dedicado tanto a entender la vida mirando al más allá. Sentir que un niño enfermo con probabilidades de no salir adelante sigue luchando contra algo que duele, es algo que nunca jamás podré explicar con palabras. Una mirada era capaz de descifrar qué había tras aquellos dibujos que hacían entre la furia y la desesperación viendo tras las ventanas el futuro que querían construir, aferrados a la fe y a la fuerza de unos padres que indiscutiblemente eran capaces de percibir la vida desde otra perspectiva. El momento en el que ves el decaimiento de un niño, escondiendo su vitalidad dentro de la maleta de ingreso. El inesperado abrazo que recibías cuando ibas a ver cómo aquella sustancia a la que llaman quimioterapia empezaba a recorrer el equipo de suero. Las palabras maduras de un niño capaz de hacerte sentir la persona más egoísta del mundo. Entendí entonces que si un día me levantaba con mal pie debía recordar la mirada de un niño con cinco años capaz de despertar en mi el sentimiento de lucha constante.
Acabar la carrera y encontrarte en un mundo de mierda. Literalmente. Un mundo de mierda.
Un mundo de mierda resumido en crisis.
Afortunada soy de tener un trabajo. Mis deseos se limitan a mantener o conseguir la máxima autonomía de los ancianos. Ancianos. Una palabra que tarde o temprano nos llegará a todos. La vejez creo que es la etapa más bonita de la vida, aunque también la más irremediablemente odiosa tras visualizar con cierta ilusión aquél pasado que tanto amor te dio.
A todos aquellos que recortan, que meten presión en el mundo sanitario (y educativo), por favor, ayúdenme a seguirme sintiendo una enfermera durante las 24 horas del día. No hagas de mi profesión algo odioso y poco respetable por los demás. Creo que la evolución a nivel profesional es algo que todos necesitamos, y aliviar las inseguridades laborales es algo a lo que todos tememos día a día.
Amo mi profesión, es algo vital.
Si nos roban nuestros sueños tal vez, mañana, el mundo entero haya olvidado lo que es la Salud.
...Viviendo mientras ando de puntillas, dándome cuenta de que quizás, mañana, la sanidad pueda ser reconocida por lo que es y por lo que puede llegar a ser en nuestras vidas...
Laura
Laurita!!! Gracias por tus palabras. En un momento me has hecho recordar un montón de situaciones vividas en los tres años de carrera.
ResponderEliminarNo he podido evitar reirme cuando has mencionado el CAP... siempre hay que ser precabida si. jeje
A todos aquellos que recortan, yo les digo que primero se recorten ellos y despues si aun asi faltara (que no creo), que empiecen a recortar.
P.D: Me encanta como escribes, aunque creo que ya lo sabes :)un besazo wapisima
Gracias Lorena. Son cuatro palabras, las únicas que puedo teclear cuando no soy capaz de contarlo con mi voz.
ResponderEliminarDe todas maneras, creo que en el CAP aprendimos sobre nuestra profesión, pero también aprendimos a conocernos un poco más. Un besazo
Olé tu!!
ResponderEliminarNunca creí que un niño de 8 años fuera capaz de enseñarme tanto: con su mirada, con su gesto, con su sonrisa... A veces pienso que ojalá tuviese yo una pizca del valor que tienen ellos...
Gran texto, te lo dice otra enfermera orgullosa!
Besos XXOO