Probablemente el suelo que yo piso no es el mismo que pisas tú. Probablemente las piedras que yo vea no sean las mismas que las tuyas. Tal vez nos equivocamos en elegir el calzado para caminar por el mismo suelo o, por el contrario, el terreno era abrupto y el tuyo liso. Qué más da. Igual fue culpa de la distancia entre nuestros ojos y las ganas por caminar en el mismo camino. Puede que sólo se tratara de algo tan simple como coincidir a la misma hora en la que el Sol nos dejara visibles nuestros pasos. Y esa luz irradiara tan fuerte contra el suelo que no tuviera más remedio que rebotar contra el cielo, atravesando los ojos para podernos ver sin distancias.
Buscando las mismas horas de Sol, esperando a que amanezca y caminando con los nuevos zapatos que se encontraron de oferta en la Calle Irradiación.
Los compré para mi, pero puedes pedírmelos.
Esta vez haré la oferta yo por ti.
Esta vez haré la oferta yo por ti.