¿Miedo a qué? A que te quieran, imagino

Para muchos un tópico, para otros una pesadilla, para otros una forma para ver la vida... Sea cual sea el concepto con el que relaciones tu vida con el amor, sabemos de sobras que ese concepto va a condicionar tu vida de una manera u otra.
¿Miedo a qué? A que te quieran, imagino. O a sentir esa “cosa extraña” que viaja por el estómago mientras tú te empeñas en no querer sentirlo.
Todos vivimos bajo la influencia de ese primer amor, con buenas y malas experiencias, pero debemos saber que fue sólo eso, el primero. El primero de muchos que nos han hecho descubrir cuánto hemos querido, qué tan poco hemos amado y cuánto nos queda por querer. Porque querer, podemos querer todos, pero amar ya es otro concepto.

Me salen estas palabras porque justo hoy, hablando con una persona a la que quiero (el amor de amistad, probablemente el más grande que exista) me ha contado algo precioso. Se ha casado. Pero no una boda con miles de personas, grandes platos y comidas. No, no, no.
Se ha casado por sorpresa, reuniendo a sus pilares fundamentales. Sin poner ningún tipo de freno frente a la vida, ha querido unir su vida con la persona a la que quiere y ama, con la que quiere poder ver el amor como tópicos, como pesadillas o como formas de vida. Con su concepto, sea el que sea, pero ella y él. ¡Felicidades por ser unos valientes! Casarse con decisión es amar, y punto.

Nunca he entendido el miedo a expresar lo que uno siente. No es que no lo entienda porque siempre haya tenido el valor para hacerlo, sino porque muchos tenemos un master en esconder en algún lugar misterioso cualquiera que sea el mensaje que no sale con la voz y que queda expandido como un subtexto, en un espacio intergaláctico y espeso.

Si alguien sabe dónde está ese lugar, avisadme… por favor.

O tal vez no. No me aviséis para que vaya sola. Avisadme para que vayamos todos. Sería divertido unirnos todas aquellas personas del universo que perdemos o escondemos nuestra voz. Porque así nos reuniríamos todos y empezaríamos a jugar y buscar. Y así quizás encontremos todo. O tal vez así nos encontremos tú y yo, recogiendo nuestras palabras. Quizás las encontremos entrelazadas, tus frases con las mías y bien pegadas, sin espacios intergalácticos como cuando nuestra inspiración se une para intensificar las miradas y estas ganas locas de comernos la vida. Porque lo de comernos la vida nunca puede faltar.
No sé si casándonos, si tirándonos secadores a la cabeza, si enamorándonos cada segundo, si mirándonos y explotando entre caricias, si desquiciándonos, si sonriendo o si callando. Da igual. Lo importante es saber que algún día habremos decidido encontrar esa chocolatina llamada amor rellena de “amar”.

Y entonces, sólo entonces… tendremos necesidad de entregarnos al otro.